La situación de alarma provocada por la Covid-19 ha puesto de manifiesto una crisis que hasta ahora permanecía invisible para gran parte de la población: la de los cuidados de ancianos.
Los desafíos de la pandemia son diferentes para varios grupos sociodemográficos. Garantizar que las personas mayores sean tratadas con los mismos derechos y dignidad que todos los demás no solo es un imperativo moral, es un beneficio mutuo para todos.
En toda Europa, desde España hasta Serbia, los hogares de cuidado de personas mayores se han convertido en puntos calientes de infecciones por Covid-19.
Según la Organización Mundial de la Salud, los residentes de centros de atención a largo plazo representan hasta la mitad de las muertes por coronavirus en Europa.
Entre todas las estadísticas desgarradoras que cuentan la historia de cómo el virus está devastando vidas en todo el mundo, esta cifra llama la atención. Alumbra una tragedia inimaginable que se desarrolla ante nuestros ojos, pero que atrae sorprendentemente poca atención pública.
Las personas mayores que viven en centros de atención representan solo una pequeña fracción de la población total, apenas el 1 por ciento, por ejemplo, en Alemania, el país con el mayor número de camas de hogares de ancianos per cápita en Europa. Esto da una idea de cuán grotescamente sobrerrepresentados son los residentes de hogares de cuidado entre las muertes causadas por el virus.
Las personas mayores en general se ven gravemente afectadas por la pandemia. Tienen un mayor riesgo de enfermedad grave por Covid-19 y alrededor del 95 por ciento de las muertes son entre personas de 60 años o más.
Ese riesgo es una de las razones por las cuales Europa, la región con la mayor proporción de personas mayores del mundo, está viendo la pandemia devastando con tanta fuerza dentro de sus fronteras. Y las personas mayores no solo se enfrentan a una crisis de salud: las medidas de distanciamiento físico (erróneamente llamado distanciamiento social) para contener el virus también tienen un impacto desproporcionado en sus vidas y medios de subsistencia, ya que muchos están privados de los servicios, el apoyo y los cuidadores de los que dependen.
Vivimos en un sistema que pone en el centro las demandas del mercado y que para sobrevivir, necesita un trabajo infravalorado, pero esencial para sostener la vida.
Espero que esta crisis, y los terribles efectos que tiene en muchas personas mayores, lleguen a ser un punto de inflexión en la forma en que vemos y tratamos a las personas mayores en la sociedad.
A pesar de que el trabajo de los cuidados está calificado como esencial, los derechos reconocidos de muchas de sus empleadas son prácticamente nulos, y esperemos que esta situación cambie a raíz de las carencias detectadas en el sistema con esta crisis.